El Trastorno del Juego: Más Allá de la Apuesta
Jugar es apostar un valor (casi siempre dinero) para obtener un beneficio. Cuando este comportamiento se repite, pasa a ser juego problemático. Llega a convertirse en un hábito con indeseables consecuencias, como el endeudamiento severo, problemas relacionales y graves conflictos interpersonales. Un estadio más avanzado es el denominado trastorno del juego o juego patológico, que se define como un comportamiento persistente y recurrente que conduce a un deterioro significativo y puede tener un impacto severo en el bienestar personal, así como provocar una profunda crisis financiera.
Tanto los familiares como las propias personas que sufren este trastorno se preguntan por qué no pueden parar de jugar. Una poderosa razón es el vacío existencial, la incapacidad de gestionar emociones difíciles y las creencias distorsionadas que tienen instauradas sobre sí mismos y el juego. La persona con adicción al juego alterna momentos de lucidez, en los que quiere abandonar su hábito y es consciente de la problemática, con momentos en los que pierde el sentido de lo que pasa en su interior, engañándose con la creencia de que solo se siente mejor si apuesta más. Piensa que solo ganando podrá resolver las deudas causadas por el juego.
La Neurociencia de la Adicción al Juego
¿Te has hecho un lío al leerlo? Pues así funciona el cerebro de la persona que sufre adicción.
El cerebro te pide dopamina. Tus creencias te llevan a pensar que lo único que te va a hacer sentir bien es jugar o apostar, anulándote la posibilidad de emprender cualquier actividad que te aporte bienestar de manera natural. Esta adicción ha secuestrado los circuitos de recompensa cerebrales, haciendo que la persona pierda el control sobre sus decisiones.
Además, tu baja autoestima o poca valía autoimpuesta te impide pensar en una alternativa para resolver tus problemas financieros creados por el juego que no sea un golpe de suerte en la tragaperras o en el bingo. La persona cae en un mecanismo de afrontamiento disfuncional, buscando en el subidón del riesgo la única vía para silenciar el dolor del fracaso, la culpa o la vergüenza.
El Cóctel de Sustancias y Consecuencias
Y si además se consume otras sustancias, es el cóctel perfecto.
Jugamos por la probabilidad de ganar, con la idea de usar ese dinero para comprar alcohol u otras sustancias, pensando que así la familia no notará la pérdida económica. Como casi nunca se gana y el plan no sale bien, nos sentimos fatal. La única forma de calmar ese dolor por lo que acabamos de hacer es consumir. Y al final volvemos al mismo punto: hemos apostado, hemos perdido, a menudo nos han descubierto, y volvemos a crear más problemas que somos incapaces de gestionar y que la única forma de aliviar, según la mente adicta, es comenzando de nuevo el bucle de jugar.
¿Es que eres un vicioso/a, verdad? No.
Es el mismo problema de la adicción: fallo en el receptor dopaminérgico, incapacidad de gestionar problemas o emociones, creencias limitantes y falta de habilidades para resolver conflictos. Pero, además, te digo que esa capacidad o incapacidad no es tu culpa. Habrá personas que tengan un talento innato, pero la mayoría de las veces, estas habilidades sociales y emocionales se aprenden y se adquieren con el tiempo, la educación, el entorno, los iguales...
Cambia tus creencias sobre ti mismo/a. Puedes aprender a ser muy capaz o puedes aprender a vivir con tus limitaciones, pero lo más bonito que nos puede pasar es aprender a vivir sin ser esclavos de una conducta o una sustancia
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