No Todos Somos Iguales: La Adicción desde la Perspectiva Espiritual
¿Te has preguntado por qué algunas personas desarrollan adicciones y otras no?
Partimos de la base de que todas las personas somos únicas y diferentes; lo que te puede servir a ti, tal vez para mí no es válido.
El señor Carl Gustav Jung, psiquiatra y escritor, entre otras muchas cosas, ofreció un enfoque diferente a la enfermedad de la adicción. Tal vez esto te resuene.
Cuando desconocemos por completo esta enfermedad, tendemos a pensar: ¿Cómo es posible que alguien se aferre a algo que le hace daño y lo destruye por completo, día tras día, noche tras noche? Jung, tal vez, supo ver que esta enfermedad, además de ser fisiológica y emocional, es también espiritual. No solo hablamos de dopamina, recompensas inmediatas, malos hábitos o traumas en la infancia.
¿Una Crisis Espiritual?
¿Y si la adicción es también una crisis espiritual? Puede que en tu interior conviva un alma gritando por algo que ni siquiera sabes nombrar, un vacío existencial para el que no encuentras razón de ser.
Cuando no sabes nada sobre adicción, puedes llegar a entender que todo se basa en debilidad, falta de voluntad o en malas creencias forjadas a lo largo de nuestra vida. Rápidamente, se intenta "arreglar" con disciplina, normas, castigo, etcétera, y se acusa a la persona de estar así "porque quiere". Pero, desde mi punto de vista, las personas con adicción no son un fracaso de la sociedad, sino alguien que no tiene en quién creer ni a qué aferrarse (Dios, Buda, ánimas, el universo...) y, además, está perdida, buscando en el lugar equivocado.
Jung decía que todas las adicciones son un intento de reemplazar el sufrimiento interno, y tenía mucha razón. La persona adicta no desea evadir su responsabilidad; lo que intenta evadir es el sin sentido que encuentra en su interior. Un adicto no es alguien flojo o con falta de voluntad para salir de la cárcel interna que lleva consigo; es una persona que no puede más, que ya no tiene fuerzas, una persona herida y llena de miedos. Y llega un día en que esos miedos dejan incluso de tener sentido; por eso beben, consumen, apuestan o se adentran en el mundo de las pantallas.
Las personas adictas saben que así no se resuelve el problema, pero por un momento esa sensación de dolor inexplicable es calmada y soportada. Es muy fácil decirles que tienen que parar o juzgarlos sin saber. Es extremadamente fácil exigirles voluntad, pero lo que no se sabe es que detrás de una adicción hay una persona tratando de sobrevivir en un mundo donde jamás la vieron realmente, donde creció siendo invisible.
El Yo Fragmentado
Carl Jung definía la adicción como una condición humana expuesta al extremo. Esto es lo que sucede cuando para una persona el mundo exterior se vuelve insoportable y el mundo interior permanece en silencio.
Las personas no se vuelven adictas porque quieren; se vuelven adictas porque en algún punto de su camino les enseñaron que su dolor no importaba, que debía reprimirse y guardarse. No es una búsqueda de placer, es una búsqueda de algo que nunca les enseñaron a encontrar: es tu alma tratando de sentirse completa.
Desde la parte espiritual, no solo hay que atacar los síntomas de la adicción, hay que buscar la causa. La sustancia o el comportamiento no son el verdadero problema, son aquello a lo que te aferras para no seguir perdido, vagando. No eres adicto porque estás roto; lo eres porque estás intentando llenar un pozo sin fondo emocional y espiritual con algo que es material.
Por eso, lo importante es descubrir qué necesitas para llenar este pozo. Hay personas que lo encuentran en la fe, otras en la meditación, en el deporte de riesgo, en viajar o en dedicarse a salvar los mares o animales abandonados. No hablamos de una técnica o ritual religioso, sino de experiencias reales que te hagan sentir más que tu propio dolor.
La persona adicta no es débil, es alguien muerto de hambre por algo profundo que no sabe que quiere o necesita "comer". Es alguien que se conforma con muy poco, cuando sabía que podía y necesitaba más. No busca el placer en la sustancia, busca enmascarar la vergüenza de no haber encontrado aquello para lo que estaba destinado.
Reflexión Final
Recuerda: de lo que huyes, no está fuera; lo llevas dentro de ti. Las partes de ti que rechazas, que escondes, tu yo fragmentado, ese es el verdadero enemigo. El que intenta aparentar ser fuerte, educado, correcto, mientras calla la rabia, la tristeza o la frustración. Pero lo que se reprime no desaparece, solo se esconde.
Como bien he explicado al principio, este es un punto de vista diferente que no se trata de normas, límites ni castigos. Se trata de búsqueda, de fe, de creer en algo o en alguien.
Busca en tu interior aquello que siempre quisiste ser y no te pierdas en el camino.
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