Volver a Casa: El Verdadero Comienzo de la Recuperación
¿Y ahora qué?
Dejar de consumir es lo que llamamos "lo más fácil" (aunque no lo sea para todo el mundo), pero ¿qué viene después? Aquí es donde reside el verdadero trabajo. Si te encerramos en una habitación durante un tiempo, sin sustancias, pantallas, etc., dejarás de consumir, pero ¿qué harás cuando salgas de ahí?
La reinserción es una de las partes más abrumadoras y difíciles de la recuperación. Dejar el consumo no es estar recuperado. Cuando pasas por un proceso de recuperación, no es que estés "curado"; ya sabemos que esta enfermedad no tiene cura.
El Cerebro en Reinserción
Desde la neurociencia, tu sistema nervioso está menos alterado debido a la pausa del consumo, pero la mente, el cerebro y las emociones siguen en proceso; no se detienen. Esto, como siempre digo, no aplica a todas las personas, pues cada individuo y cada proceso son diferentes.
El sistema de recompensa aún después de un tiempo sin consumo sigue desregulado: se sufre una hiperactivación del sistema dopaminérgico y una baja tolerancia a la frustración.
Es vital crear unos hábitos y rutinas organizadas y mantenidas en el tiempo. De lo contrario, la persona con la enfermedad no sabrá qué hacer al volver a casa, ni cómo gestionar cuando el cerebro pida dopamina. A veces, la persona adicta, cuando finaliza un proceso o se ve avanzando en él, siente que todo ha cambiado, que puede sola. Es como si por haber aprendido a caminar unos pasos, ya pudiera inscribirse en un maratón, pero esta euforia momentánea no siempre es buena señal. Volver a casa, a una rutina, a un lugar donde hubo dolor o sobreprotección, activa las emociones primitivas. Si esto se gestiona mal, puede reconducir a un paso atrás en la recuperación. La persona puede sentirse juzgada, controlada, ignorada o exigida al perfeccionismo, y si no tiene las herramientas adecuadas, esto puede no resolverse de una manera sana y prudente. Un gran número de recaídas sucede por la falta de una buena estructura consolidada en los hábitos adquiridos y mantenidos, a lo que se suma un entorno familiar detonante si no se está trabajando conjuntamente.
La Sanación Familiar
Recordemos que esta es una enfermedad familiar. La familia también se rompe, se fractura; una familia que pasa por esto no vuelve a ser la misma nunca más. Las personas que rodean a la persona adicta pasaron por un gran impacto, un desgaste sobreelevado y un agotamiento emocional que cuesta mucho recomponer. Las decepciones, las mentiras, la ansiedad y la angustia que sufren los familiares son traumas que requieren una sanación profunda.
El proceso de los familiares no sucede con una varita mágica; se necesita tiempo y paciencia. Todo esto genera padres sobreprotectores o hipervigilantes, parejas resentidas y desconfiadas, hermanos que excluyen o desplazan, e hijos que no saben si acercarse o huir. La familia también necesita terapias sistemáticas, grupos de apoyo, reeducación en los roles y establecimiento de límites. Estos dos últimos son los que menos le gustan a la persona adicta e, incluso, en ocasiones, llegan a apartar a los familiares de su vida. Esto sucede, no porque el familiar exija demasiado, sino porque el adicto está comprometido con su tratamiento de forma superficial y deshonesta.
En este momento se produce uno de los choques más impactantes de la vuelta a casa: la lucha de control y de egos. El adicto se autoafirma que ya puede solo, y la familia quiere estar segura de que no vuelva a caer. Ambos luchan constantemente contra el miedo disfrazado de control. Esta dinámica, mal gestionada, genera discusiones innecesarias, manipulaciones emocionales, dinámicas tóxicas y nuevas heridas para ambas partes. La sanación de las personas que están al lado del adicto es crucial. Si una parte la toma más en serio que la otra, los ataques están a la vuelta de la esquina.
Lo que Necesitas Antes de Volver a Casa
Para que la reincorporación sea exitosa, ambas partes deben sanar las heridas pasadas. Un simple "ya no consume" no es suficiente si no va acompañado de lo siguiente:
Para la persona adicta:
- Un plan de vida claro y realista.
- Rutinas habituadas, mantenidas en el tiempo y, sobre todo, sanas.
- Actividades físicas y cognitivas constantes.
- Responsabilidad de forma progresiva.
- Continuar con las terapias individuales y grupales.
Para la familia:
- Terapia sistemática y grupos de apoyo.
- Reeducación en los roles familiares.
- Establecimiento de límites claros y sanos.
Volver a casa, a tu vida, no significa que todo vuelva a ser normal; es aprender a construir una vida completamente nueva. Esto no se consigue solo, ni la persona adicta, ni la familia. El que vuelve a casa lo hace luchando por no huir de nuevo, y el que lo espera, luchando por no castigar el pasado. Juntos se puede sanar, pero cada uno desde su prioridad. El adicto no tiene por qué huir, ni la familia por qué abandonar.
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